Con la denominada ‘crisis de la deuda soberana’ se escenifica el deterioro de un modelo de construcción europea que ha fracasado por plegarse a las exigencias de los lobbys financieros, tolerando sus intereses especulativos y restando representatividad a la sociedad y la ciudadanía. El tópico de la “Europa de los mercaderes” ha dejado paso a la “Europa de los especuladores”. ¿Dónde quedamos los ciudadanos y los consumidores?

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La deuda pública es el mecanismo a través del cual los países se financian. Su rentabilidad se determina mediante subasta entre quienes pujan por adquirirla, normalmente fondos de inversión y bancos privados (los “mercados financieros”). La medición de la rentabilidad de la deuda pública depende del plazo y de las perspectivas de recuperar el dinero invertido. Cuanto menor riesgo de impago tenga un país por su deuda emitida, menos intereses pagará, y a la inversa.

La “prima de riesgo” es el precio que se exige de más a un país para comprar su deuda en comparación con otro que consideramos solvente para pagarla. La referencia es el bono alemán a 10 años, cuya solvencia hace que pague una rentabilidad muy baja, apenas del 1’80%. Actualmente la prima de riesgo griega es de 3.235 puntos básicos respecto a la alemana; la italiana 513 y la española 344. Así, cuando leemos que el diferencial con el bono alemán cierra en 230 puntos significa que España paga un 2,30% más que Alemania por la misma financiación.

Una prima de riesgo elevada supone pagar más a quien tiene el bono (los bancos), pero para el país en cuestión encarece la financiación que recibe al tener que pagar más intereses
Cuanto más suba esta prima de riesgo (diferencial) más caro le cuesta a un Estado financiarse. Esto es un negocio para ciertos especuladores en el mercado (como “fondos buitres”) que presionan para que la rentabilidad de la deuda crezca (o de los CDS que les dan cobertura) lo que hace que se encarezca la financiación de los estados.

Estos ataques incrementan artificialmente la percepción de riesgo de un país -posibilidad de impago-. Pero además, la prima de riesgo así manipulada está siendo utilizada como falso indicador de la “bondad” de la política económica que se aplica frente a la crisis, basado en recortes que impiden el crecimiento económico. Se crea un círculo vicioso: ataques especulativos -suben los diferenciales- más intereses a pagar -más ajustes fiscales para los países afectados menor crecimiento- nuevos ataques especulativos…

El “contagio”: de Grecia a Portugal, pasando por Irlanda y…

Estas prácticas se iniciaron en mayo del 2010, con el primer rescate de Grecia, y se han ido incrementando con los rescates de Irlanda (octubre 2010) y Portugal (mayo 2011) hasta dispararse en torno al segundo rescate de Grecia, que se aprobó en octubre y que provocó un terremoto político y económico en Europa al anunciar el primer ministro griego un referendum popular para aprobar los recortes sociales exigidos ante el nuevo tramo de ayudas. Sin embargo, pese a las medidas adoptadas por los países en el centro del huracán, las primas de riesgo siguen aumentando amenazando a otros países europeos, que en virtud de los recortes públicos ven retroceder su crecimiento económico.

Hay que tener en cuenta que una prima de riesgo elevada supone pagar más a quien tiene el bono (los bancos), pero para el país en cuestión significa encarecer la financiación que recibe al tener que pagar más intereses. Esto retrasa aún más el crecimiento.

¿Cómo se ha llegado a esta situación?

Al exceso de endeudamiento privado que se puso de manifiesto con el estallido de la burbuja del crédito en 2007 y la caída de Lehman Brothers en 2008, se le opuso una política de ayudas estatales para sanear las cuentas del sector financiero, lo que les hizo incurrir en déficit. Por su parte, el Banco Central Europeo concedió créditos a la Banca a tipos de interés muy bajos. Con ese dinero a bajo coste, la Banca europea, sobre todo francesa y alemana, compraron abundante deuda pública griega y portuguesa ya que ofrecía más rentabilidad. Un negocio redondo: comprar dinero barato y sacar mayor rendimiento sin preocuparse de la capacidad de los estados para reembolsar la deuda.

Un peligroso juego usado con intenciones políticas

No puede negarse la pésima situación económica que atraviesan muchos países de la UE. Pero lo que debería provocar apoyos y compromisos entre los países miembros, se está utilizando como coartada para imponer una determinada agenda política y económica en toda Europa al servicio de los grandes lobbys económicos y financieros.

Sólo en esta clave puede entenderse el retraso del BCE en actuar en las compras de deuda pública, permitiendo que la deuda escale posiciones en el mercado de bonos; o las negativas del ejecutivo alemán a que se emitan Eurobonos; o la imposición a determinados países de reformas constitucionales para grabar a sangre y fuego el límite de déficit presupuestario.

El problema es que aprovechar el juego sucio de los mercados puede acabar en un incendio político mayor y, por de pronto, en una pérdida de legitimidad en las instituciones europeas por los ciudadanos y consumidores, que ven cómo se les cargan las consecuencias de la crisis con ajustes y recortes sociales.

Salir de la crisis: del fracaso de la austeridad a las propuestas de estímulo

En efecto, todas las recetas que se han impuesto como solución a la crisis se han basado en la “austeridad” o el “ajuste fiscal”, por lo que las administraciones públicas recortan gastos (incluidos los sociales) e inversiones. La consecuencia de esta política llevada a cabo por todos los países a la vez está provocando caídas en la economía. La OCDE (organismo internacional que integra a las economías globales más pujantes) estima que la economía de la eurozona crecerá un 0,3% en 2012.

Con un sector privado fuera de juego, sin consumo interno ni inversiones empresariales, y con un sector público ansioso por cumplir su compromiso de déficit (no gastar más de lo que se ingresa) del 3% del PIB en 2013, la recesión económica parece el escenario más probable para años sucesivos. Por eso son ya muchas las voces que advierten del error de las políticas centradas en recortar, e impiden invertir: sin crecimiento económico, no es posible ni cumplir con el déficit ni con la deuda pública, pero tampoco salir de la crisis.