Por Manuel Pardos, presidente de ADICAE.

La extensión del consumismo y el marketing a todos los aspectos de la vida económica, social, cultural y hasta la religiosa, no podía dejar de llegar a la política y a las elecciones. No vamos a llorar por eso, ni a refugiarnos en la nostalgia de un pasado mejor inexistente o lejano, ni en un utopismo democrático que nos impida dejar de actuar en la realidad efectiva existente con opciones racionales y prácticas. En la política y en las campañas electorales de toda la transición política en España ha entrado de lleno el marketing, aunque en las más recientes se ha elevado el grado de productos basura, promesas engañosas, adulteración y manipulación, utilización de todo tipo de tecnologías ante el que podemos y debemos reaccionar simplemente con los principios del consumo responsable. Pero en todas las elecciones democráticas se juega la designación de unos políticos y unos partidos que van a decidir sobre muchas cuestiones que afectarán a la vida de millones de ciudadanos y consumidores y dejar de participar no resuelve los problemas aunque hacerlo tampoco debe significar dar la razón a aquellos políticos y no políticos que creen que la democracia consiste en votar y callar, dejando en sus manos la política para que administren a su antojo o intereses.Una sociedad verdaderamente democrática exige un ejercicio continuo de reflexión, crítica y participación. No podemos olvidar que es la sociedad la que avanza, al margen muchas veces de los cauces políticos trazados de antemano, y deben ser por tanto las organizaciones sociales las que pasen a ocupar el primer plano en una sociedad como la nuestra. ¿Cómo conseguir esto desde un Consumo imperante que fomenta la insolidaridad, el egoísmo, el individualismo y el pasotismo? Desde luego no es tarea fácil, pero no podemos andar siempre mendigando leyes, confiando acríticamente en ofertas, aceptando la política como espectáculo en promesas que rara vez se cumplen. Debemos aprender como buenos consumidores a denunciar, reclamar y exigir nuestros derechos frente a la política para plantear a los políticos compromisos de participación en un Estado social y de derecho y en una Democracia
participativa y ante todo demostrarles que ya somos mayores de edad, y que todos estamos comprometidos con la política si se nos ofrece productos de calidad. Y la mejor forma de participación es evidente que es hacerlo a través de organizaciones ciudadanas, como las Asociaciones de Consumidores, que son una buena herramienta.

Porque además, la “política-espectáculo” puede poner en grave riesgo a la democracia. Toda la mercadotecnia de las pasadas elecciones se ha puesto al servicio de un bipartidismo insípido que pretende aunar tendencias, pero que en realidad es un reflejo adulterado y plano de la rica diversidad social, a la que pretende absorber, homogeneizar y adormilar. Es el abrazo del oso mediático. No en vano se busca apoyo en imágenes y mensajes creados por los medios de comunicación, que con gusto se prestan al juego de la bronca y las audiencias para beneficio sobre todo de sus cuentas de resultados. Pero la consecuencia perversa de ello es que muchas justas reivindicaciones sociales quedan sin plasmación a través de partidos políticos dignos que fomenten el activismo, y que a la postre son engullidos por las promesas, las cifras y las audiencias pasivas. La banalidad, el tedio, la resignación y el recurso fácil a la manipulación, son factores que sólo interesa a los grandes partidos (verdaderas cadenas de montaje electoral) y a las grandes empresas (a quienes interesan más unos consumidores resignados en busca de evasión lúdica que organizados y con inquietudes críticas).

Para orientarse en unas elecciones es necesario hacerse una pregunta clave ¿Qué representan la política, los partidos y las elecciones en la economía? Como consumidores sabemos que ni si quiera las leyes, ni las actuaciones del gobierno, ni del parlamento resuelven en una sociedad globalizada, como en la que estamos inmersos, los problemas de los ciudadanos. Muchas veces se quedan en papel y en palabras, cuando no se ven directamente influenciadas por todo tipo de fuerzas y grupos económicos que utilizan la política para imponer sus posiciones e intereses. En ese terreno es donde ADICAE quería situar la posición de los electores y sobre todo la actuación cotidiana como asociación que representa el importante poder de los consumidores. El consumo y en particular el consumo financiero, a pesar de que todo el mundo lo plantea como una de las variables clave de la economía, no tiene generalmente en los programas electorales y en la política de los gobierno la importancia que merece, reduciéndose a promesas y palabras para consumo de masas, mientras que la verdadera política se hace desde otros centros de decisión como máxime en la actual economía globalizada.

Artículo publicado en el número 41 de La Economía de los Consumidores, en marzo de 2008.